viernes, 12 de marzo de 2010

Quiero salir de aquí

Es cierto,

Fuimos allí D.S. y yo, ofertas en mano, discutiendo las muchas formas en las que nos podíamos poner en ridículo al entrar en un gimnasio, y al mismo tiempo decididos a romper todos los tópicos de que los frikis no podemos ser tíos atléticos, sanos, y frikis. De hecho, admitimos diseños para camisetas de gimnasio que canten nuestras gestas, del tipo: "no voy marcando biceps, jódete", o "cualquier parecido con la realidad es tristemente cierto"... seguimos admitiendo propuestas.

El caso es que entramos allí. D.S. iba con un portátil en la mano, un tupper de la comida, y un bolsito para sus enseres. Yo iba con mi abrigo "tres cuartos" rollito londinense bohemio alternativo, y entramos allí al tiempo que se nos manifestaba la urticaria.

"Hola, queríamos ver las instalaciones". "¿Queréis entrenar?". "No, sólo echar un vistazo a las instalaciones". "Vale, pasad a la vez por los tornos".

Hicimos una entrada triunfal, rodeados de gente en pantaloncitos ajustados, y camisetas de manga corta. Como si Neo y Morfeo se estuvieran dando un paseo por Matrix, nos mezclamos con la población como aceite y agua. Vamos, mal mezclados.

Para empezar, el gimnasio propiamente dicho está en un sótano al que se accede a través de una escalera de color rojito-rosa-carmín-chick-de-la-muerte con brillantitos. Hanna Montana hubiera derramado lágrimas de gozo. Neo y Morfeo llegaron a una cámara en la que había entre 10 y 10 millones de bicicletas estáticas, y varias cintas de correr. Paseíto al fondo (bici, bici, bici, bici, bici), y paseíto de vuelta (miradita, miradita, miradita, miradita). A la derecha, cual capilla de ese templo del fitness, se abría una cámara dedicada a máquinas de dificultad media, donde la demografía era más bien de gente que va allí con regularidad y se mantiene en forma. Yo me ví pasando varias horas a la semana en esa zona. La gente que había allí nos miraba raro. Niños: nunca entréis con portátiles, tuppers, y abrigos de tres cuartos a un gimnasio.

Por fin, al final de la sala, como si de una cripta se tratara, estaba la sala de pesas y musculación, donde unos tipos que se creían muy duros (pero que dedican más tiempo a la gomina que se echan en el pelo que a muscular sus triceps) nos miraron como a parias, en plan: "mi brazo es tres veces el tuyo, y mi camiseta es más ajustada. ¿Cómo te atreves a respirar el mismo aire que yo, informatiquillo?". Nosotros les miramos con cara de: "no nos dais miedo, nenazas, vosotros también habéis bajado por la escalerita carmín purpurina, así que menos miraditas de intento de marine americano, aprendiz de Patton".

Cuando el candor de la bienvenida pudo con nosotros, decidimos subir la temida escalera de los premios de la academia al fitness más divino, y toparnos de nuevo con los tornos de entrada y salida, que se abre por reconocimiento de la huella digital.

... Y allí pasamos los 5 minutos más largos de nuestra vida, mientras una horda de gentes abrían los tornos y pasaban de nosotros. Creo que allí, si no llevas pantaloncitos ajustados y toalla, no existes. Algo parecido a Parque Jurásico con los Tiranosaurios: "no te muevas, no te muevas".

La chica de recepción estaba recepcionando a alguien, y a su lado había un maniquí humano que miraba fijamente a un punto en la pared. La gente seguía pasando y ya decidimos establecer contacto con un tipo que tenía pinta de hombre normal: "Oye, perdona, que estamos de visita y nos tienen que abrir desde fuera. ¿Puedes decirle a la chica de recepción que nos abra para poder salir?". Dice "vale". Sale, y se pira a la calle. Casi nos da algo.

Por fin, la de recepción aparece como si tal cosa y nos indica que pasemos los dos juntos. Para quien nos conozca y sepa que no somos como los 12 enanitos, no será difícil imaginarnos a D.S. y a mí intentando pasar a la vez por un torno. Al final D.S. hizo un movimiento tipo torero a puerta gayola, y yo hice un media vuelta, pierna arriba, mantén el equilibrio y la elegancia (no me mireis todos a la vez, cabrones), y nos dirigimos a recepción para preguntar cuándo nos podíamos apuntar.

Si esa primera visita no pudo con nosotros, nada podrá.

J.V.

No hay comentarios:

Publicar un comentario